Mis manos ya
no saben acariciarte,
sólo quedan
los relámpagos, los cuchillos,
el fuego y
el aceite hirviendo.
Mis labios
ya no saben besarte,
sólo queda
una lengua áspera,
palabras rancias
y aliento corrosivo.
Este amor se
volvió una mazmorra,
chalet en
Sodoma - burdel en Shangri – La.
Aquellos
viejos chantajes ya no me llenan de ternura,
me invade la amargura de tener un corazón que ya no late por ti.